domingo, 10 de febrero de 2013

CADA DÍA



Cada día enciendo una vela roja,
aromada de musgos y líquenes
y envuelta en miel;
la enciendo ritualmente,
con el único objetivo
de ahuyentar la idea obsesiva,
que como pasión del alma,
rasga el pasado lejano y
mi recuerdo más próximo,
desestabiliza mi ahora y
ciega toda esperanza cercana …
La enciendo  siempre pensando,
en  que la ira es también buena compañía,
y me asusto de mí misma,
pues ese afán mórbido
marchita, como tierra reseca,
como aridez desértica,
la flor sola, la hace mustia,
descolorida, carente de vida,
y desconfío, me  repliego,
me arrincono, y como tantas otras veces,
soy presa de inseguridad y soledades,
y mi mundo es plano y tiene fin.
Quiero tener todos los colores
de un fértil jardín, y más,
ser arco iris de un limpio cielo,
ahuyentar con un trueno estruendoso
esa ira malsana y escribir,
con rayos de sol, sobre mar y cielo,
tallando de puño y letra,
la palabra “armonía”,
con el afán generoso de que sea siempre
mi compañero de ruta,
de ahora, de mañana,
y de siempre.