miércoles, 5 de octubre de 2016

EL VIENTO GEMÍA

El viento gemía rasposa
y permanentemente,
y como en torbellino,
entre coirones y calafates,
rodeando la desnudez
blanca de mi estampa
de nodriza sola,
de mujer fértil y alada …
El viento seguía gimiendo
con su rasposo susurro,
entre los coirones
y las paredes de arenas
y hojas sueltas …
Gemía sobre este piso de tierra
en donde todo mi ser
con su desnudez atávica
y los brazos en alto,
se sumerge, como en océano
floral, tundroso,
con sus musgos y sus líquenes,
hacia un interior desconocido,
frío, oscuro, húmedo.
El viento sigue gimiendo
sobre la superficie
y mi mente arrastra
 sólo difusas representaciones,
cada vez más carentes de conciencia …
Ya casi olvido el viento
y su gemido rasposo;
 sólo sigo, empecinada y gradualmente,
 la voluntad de hundirme,
de ir desapareciendo,
desnuda, con los brazos en alto,
para ser finalmente semilla,
y poder brotar, emergiendo,
desde este mundo de tierra,
aferrándome, con mis brazos
ahora como raíces,
chocando en mi salida
con piedras milenarias,
con huesos desconocidos,
con ramas agrestes,
por entre las espinas del calafate,
volviendo a sentir
 el mismo rasposo viento,
pero ahora afloro,
siempre desnuda y sólo
envuelta en una manta multicolor,
cada primavera, por entre las espinas,
que no me dañan, afloro,
por siempre … eternamente …
soy flor desnuda …
soy flor