sábado, 23 de julio de 2011

AYER IMAGINÉ


Ayer imaginé que una flor crecía
en la amplia estepa de una tierra lejana,
y era una sola flor, una sola, y era ella,
y era amarilla como el coirón,
pero también era blanca como la nieve austral,
y era roja como el cielo crepuscular;
era una flor sola, era ella en la pampa inmensa,
amarilla, blanca y roja, pero también verde,
como el campo virgen y fuiste Claudia Alejandra,
como esperanza, como sol y como inmensidad.

Eras una sola flor sola, la que tenía todos los colores,
y crecías bella y única y  crecías nuestra,
en la soledad inmensa de esa pampa lejana y extensa,
pero era la pampa  y eras tú y estaban solas,
y quise acompañarlas y crecer con ustedes,
y quise tener sus colores y ser sola, como ella y como tú,
en la pampa inmensa, en la amplia estepa de esta tierra lejana;
Y fuimos dos, Claudia,  pero solas y no supe
si me imaginaste  como yo a ti,
pero mi color sólo fue azul, intenso y profundo,
como el cielo austral,
como el mar profundo y lejano del sur;
crecí fuerte e insondable, tierna y bravía,
y siempre azul,  esperé tu soledad junto a la mía,
y esperé tu amarillo del coirón,
y tu blanco de la nieve austral,
y tu rojo crepuscular,
y quise hacer mía ésta, ésta, tu pampa inmensa,
y sentí el dolor de lo imposible, pues no pude ser uno con ella
y siempre sólo fuimos dos, ella con todos sus colores
y yo con mi azul profundo, de mar entrañable,
en esta pampa inmensa,
en esta estepa lejana
en este campo virgen
como otra flor, sola.

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