jueves, 23 de junio de 2011

Siento cómo se extraña la vida


Siento cómo se extraña la vida
cuando la miseria humana
enrostra las pasiones más
vitales, las más dignificantes.
Es como el cielo negro y amenazante
de una tormenta próxima a venir,
como la piel sarnosa de un niño
esquelético,
es la impotencia
de la verdad,
 es la naturaleza desecha,
es la mentira hecha sonrisa
en rostros de cartulina, en frases
hechas y reiteradas,
que golpean
como badajos
los tímpanos heridos
de mis pobres,
de mis hermanos pobres.
Siento cómo se extraña esa vida
de naturaleza pura,
 en donde los ríos corren
con aguas de cordillera
y en donde
el pan se amasa
 con las manos curtidas
de la tía Herminia,
 que canta sus boleros
de siempre,
 esperando el ruedo familiar,
con la certeza
de un sol que alumbra
un mañana mejor.
Siento eso.
Siento esa rabia y ese dolor.
Siento la vida como una mentira,
como un panfleto
 o un pasquín,
y siento la impotencia de la flor
pisoteada,
de sus colores
embarrados;
y quiero salirme
de este sentir
y encontrar las armas de antes,
para luchar como antes,
 para lograr
las esperanzas de ese antes,
perdido en las ambiciones
 mediocres de los mentirosos
 y coimeros y rastreros.
Quiero salirme de este sentir y tomar
las armas de la verdad,
 en la lucha sin tregua
por el sol que alumbre a todos,
por el refugio digno,
por el pan fresco
y blando,
por la esperanza cercana,
por mi pueblo digno y heroico.


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