Dejo de escribir cuando las palabras faltan con
aviso,
porque todo aquello que duele sigue intacto:
quiero evadirme, alienarme, para no aceptar la
derrota,
para comenzar lejos sin un viaje con partida y
adioses,
llegar a una puesta de sol ilusoria en donde sólo
quiero ser;
ser sola con mi ser, ser por fin yo, la niña que se
soñó
ser verdadera y sin paredes invisibles ni sábanas
blancas.
Sin embargo, te asomas como en persecución indigna,
decepción cotidiana, rutina malvada, nada, y surges
de la nada,
y dudo si soy yo quien no quiere ser o si mi sino
es no ser.
¡Qué acuciosidad sobre el gesto equivocado,
solidario de este cansancio eterno,
que no se agota de patear burbujas de esperanzas,
excusas pueriles y entusiasmos pasajeros.
pido silencio ante mi llanto mudo,
pido excusa por mis bostezos al margen de la
escena,
pido reverencia ante mi franqueza revelada;
lo que no pido es compasión,
pues el huerto de mi vida lo he sembrado yo,
y serán mis manos obreras quienes ahuyenten
este silencio atrincherado y los gritos de sordera,
que en ocasiones desgarran ilusiones idas;
sólo seré yo quien venza y te venza vida no
querida,
quien venza y te venza opresión furtiva,
quien te libere y te viva libre,
libertad querida.